La geopolítica y la integración económica, una discusión necesaria y urgente

Hugo Quiroz Vallejo
Presidente del Parlamento Andino
Hablar de integración económica inmediatamente nos trae a la mente imágenes contradictorias: por un lado aquellas cadenas productivas que generan riqueza desde el trabajo de cada padre, madre o hermano, de sus rostros de satisfacción al compartir un poco de sus historias hechas productos, que van a ser consumidos en otras latitudes, donde el sol y los aromas saben distinto, con la satisfacción de ser intercambios justos y solidarios; por otro lado, se nos viene a la mente la depredación de los tejidos productivos, la reprimarización de nuestras economías, el abandonar los sueños de ser países productores de tecnología e innovación, el dejar de lado los talentos extraordinarios de nuestros jóvenes, porque la división internacional del trabajo nos encasilla como el primer eslabón de una cadena sujeta al subdesarrollo de la producción sin valor agregado.

Hablar de integración económica es inevitable cuando ya casi cumplimos 40 años generando marcos normativos y políticas que concreten el sueño de Bolívar. Pero, ¿qué hemos hecho para caminar más allá del horizonte, aún lejano, de una unión aduanera andina? ¿Cuáles son los instrumentos que trascienden a la maximización del beneficio empresarial, incluso por encima de la vida de poblaciones enteras, de generaciones enteras?
¿Cuál es el papel del Estado, de cada órgano de representación nacional para hacer prevalecer el orden y la voluntad democrática de sus pueblos? ¿Hacia dónde apuntan los jugadores más determinantes del sistema mundo en este juego político en el que parecemos ser meras fichas periféricas de los centros de poder?

En Quito, por iniciativa de la Presidencia del Parlamento Andino, el 12 y 13 de noviembre, asistimos a un Foro que bajo el título “del pensamiento a la acción”, congregó a importantes académicos de 7 países, tomadores de decisiones del ámbito público y líderes empresariales, para reflexionar sobre esos cuestionamientos; pero sobre todo a discutir y concretar acciones que posibiliten una integración económica de los pueblos más justa, más solidaria y desde luego más efectiva.

Más allá del análisis de los Tratados de Libre Comercio de nueva generación y de los denominados Tratados Bilaterales de Protección de Inversiones, se establecieron dos mesas de trabajo que coinciden en la pertinencia de impulsar la creación de un órgano regional de arbitraje y negociación en disputas comerciales entre Estados

y empresas. Un espacio, según las discusiones, que no sea ad-hoc, que sea imparcial, institucionalizado y que se especialice en la legislación local, garantizando el debido proceso a las partes y la supremacía constitucional. Y aunque es embrionaria la propuesta resultó ser un denominador común en las intervenciones. Por otro lado, se marcó un consenso en la obligatoriedad de los gobiernos para transparentar las negociaciones, pues no se puede jugar con el futuro de nuestros pueblos a sus espaldas ó peor aún, sin haber acordado las hojas de ruta para el desarrollo de cada uno de ellos. No se puede navegar sin brújula y menos a expensas de las voluntades coyunturales de grupos de presión por encima del interés público.

El mundo asiste a una cuarta revolución industrial, marcada por la inmediatez de la hiperconectividad, la inteligencia artificial y otras tecnologías que nos hacen cuestionar las nociones clásicas de comercio e integración económica. En medio de una ferviente tendencia a la desregulación, flujos de mercancías que burlan intermediaciones y pagos por fuera del sistema SWIFT (en español “Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales”), desde la red, replantean algunas reglas de juego en el sistema financiero internacional y por qué no un momento histórico de rupturas. Claro está, que la integración no puede verse únicamente como una gran red social que comparte contenidos e historias hechas pixeles y desmaterializadas en una pantalla desmovilizadora. El foro concluyó con un llamado a la acción de los parlamentarios para que tomen cartas en el asunto y que hagan posible la convivencia más cercana de nuestros pueblos.