literatura oral indígena se materializa en clases

bbesEn Ecuador, luego de un largo proceso de lucha indígena, se creó en 1988 el Sistema de Educación Intercultural Bilingüe, a lo que le siguió la oficialización de un Modelo de Educación Intercultural Bilingüe (MOSEIB) en 1993 y actualizado en 2010. A través de este sistema, el Estado inicia un proceso de respaldo a la enseñanza formal de las distintas culturas que integran la nación. Con esto, muchos líderes indígenas empezaron a arar el camino contra la discriminación y la preservación de su cosmovisión, ciencias aplicadas y esa tradición oral que se va materializando a partir de la enseñanza y la creación de las nuevas generaciones.

El Centro Educativo Comunitario Intercultural Bilingüe Santiago de Guayaquil es uno de los 17 de su tipo en Guayas y el único de Bastión Popular, en Guayaquil. En él, los profesores no se reconocen entre sí con sus títulos académicos. Todos se saludan llamándose ‘mashi’, palabra quichua que en español significa ‘compañero’.

Una buena parte de los profesores de este centro educativo, fundado en 1998, se ha formado con el sistema al que llaman ‘mestizo’. Otros, como su director, José María Naula, fueron parte de los inicios de la educación intercultural, por lo cual el español lo aprendió al finalizar la escuela.

Desde su experiencia como docente en este centro educativo, Naula reconoce el desinterés de muchos niños de ascendencia quichua por aprender el idioma o fortalecerlo en las clases. Según Naula, hay mestizos que se interesan más y llegan a tener mejores notas, mientras que otros se incentivan a lo largo de su formación, como el caso de la estudiante que como única pregunta de un examen final debía declamar el Himno Nacional en quichua.

-Ni que yo fuera indígena para saberlo -contestó-.
-Lo siento, pero esto es requisito de la institución, y en su malla curricular, aprender el idioma -respondió la profesora-.

La alumna dio su examen final tras aprender con audífonos y repeticiones la letra del himno, enlazándola con su idioma y reflexionando la importancia de saberlo.

Por su parte, Mirian Ilvis, profesora de Literatura de noveno y primer año de bachillerato se reconoce como una ‘quichua de la Costa’, porque nació en Guayaquil y a pesar de que sus padres son migrantes riobambeños indígenas, ella aprendió el idioma cuando empezó a trabajar en el colegio, hace 6 años, y durante sus estudios de Educación con mención Intercultural Bilingüe en la Universidad de Cuenca.

En cambio los alumnos que asisten a esta institución, independientemente de su nacionalidad y la ascendencia de sus padres, se visten con los trajes tradicionales de estos pueblos y aprenden quichua desde el nivel básico, lo refuerzan en el bachillerato con clases sobre literatura, la cosmovisión e incluso la gastronomía tradicional de la cultura indígena, donde aprenden desde la forma de cocinar la quinua, ingrediente esencial para la jornada laboral de los indígenas, hasta cómo matar un cuy.

La literatura quichua y su oralidad

Cuando el indígena se iba a trabajar al páramo llevaba su máchica tostada en tongas, donde permanecía hasta el final de la jornada, cuando se podía alimentar. En quichua ese soporte se conoce como kukayos, atribución que tienen los libros en el Sistema de Educación Intercultural. “Los kukayos son como tongas que se llevaban para alimentar, saciar el hambre, estos textos van a alimentar nuestro conocimiento”, explica Naula.

En la enseñanza indígena cada kukayo viene con una canción ancestral que remarca la importancia de la cultura, de acuerdo al nivel de los alumnos. Como el ‘haway’, el blues de su cultura, que es una forma de animar la jornada laboral y los propósitos de vida.

‘Haway Hawayla Hawayla Hawayla kunanka utka llankashu hawayla’, que en español se canta al ritmo de sanjuanito como ‘trabajemos breve, cortemos breve que el patrón vendrá’. De esta canción hay varias versiones, cada una depende del ánimo de sus locutores, pues puede cantarse para atacar al patrón hasta para pedirle chicha. Su forma cambiante es un precedente que caracteriza a toda su literatura, pues no hay una sola ‘versión’ del mito o la leyenda. Existen tantas como narradores, según explica en el prólogo de uno de estos textos la asesora en educación Ruth Moya.

Una buena parte de esas variaciones literarias y mitológicas que se estudian en el colegio está comprendida en La Taruka, que se traduce como La venada, personaje de varias de las narraciones orales que se materializan en sus páginas.

La Taruka es un material de lectura preparado por el Ministerio de Educación para este sistema de enseñanza, cuya tercera edición se imprimió en 2009. Cada una de las historias que la conforman narra una impresión de la identidad quichua a través de una mezcla de personajes de la naturaleza que interactúan con los seres humanos en una suerte fabulesca de explicar el mundo y ser consecuente con él.

Este libro se trabaja en las clases de literatura de varios niveles y recoge una de las versiones de cada cuento que se reconoce por su tradición oral.

Para la profesora de lengua y literatura, rescatar este tipo de comunicación es esencial para la enseñanza, y sirve para preservar la historia del pueblo quichua y de modelo para trabajarlo con los alumnos, a partir de la realidad y el contexto en el que vivimos para hacer literatura desde las nuevas generaciones, pero sobre todo poder preservar la lengua y continuar su tradición.

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